domingo, 10 de agosto de 2025

Arion, el canto eterno del mar



Hay nombres que contienen leyendas. Palabras antiguas que, al pronunciarlas, traen consigo ecos de historias que cruzan siglos y continentes. Arion es uno de esos nombres.


En la mitología griega, Arion fue un poeta y músico de Lesbos reconocido por su extraordinario talento como cantante y virtuoso de la lira, cuya voz encantaba a todos, incluso a las criaturas del mar.




Cuentan que, tras ganar un concurso de canto, cuando Arion quiso regresar a Corintio fue traicionado por marineros que quisieron robarle su premio. Cuando se propusieron arrojarlo al mar, Arion les solicitó un último deseo: cantar una canción con su lira en la popa del barco donde estaba embarcado dedicada al dios Apolo (uno de los dioses más importantes de la mitología griega, conocido como el dios de la luz, la música, la poesía, la medicina y la profecía). Después lo lanzaron al mar. Pero Arion no se hundió. Su canto había sido tan hermoso, tan puro, que un delfín lo rescató, llevándolo a salvo hasta la costa del Peloponeso. El mar, que tantas veces es testigo de despedidas, se convirtió entonces en refugio y salvación.


Arion es, por tanto, símbolo del arte que trasciende, del alma que no se ahoga, de la belleza que conmueve incluso al océano.









Arion también es el nombre de un velero al recoger en una palabra las dos principales aficiones de su armador: el bel canto y la música clásica; y navegar (a vela) por el mar. Un velero de verdad. El de un amigo que partió para su eterna travesía. Un hombre que vivía el mar como lo hacía el poeta: con pasión, con entrega, con respeto. Su velero, Arion, fue testigo de travesías, regatas, preciosos atardeceres, amistades forjadas en cubierta, silencios compartidos con el horizonte.






fotos del autor de este blog

sábado, 9 de agosto de 2025

La Serra Grossa de Alicante: un extraordinario espacio natural al alcance de todos

 


Pocos lugares tan cercanos a la ciudad ofrecen tanto como la Serra Grossa. Esta sierra, también conocida como de San Julián, se alza entre la ciudad de Alicante y el mar Mediterráneo, como un vigía silencioso que guarda historias naturales y humanas. No hace falta alejarse para encontrar naturaleza, aire puro y unas vistas que bien valen cada paso de subida.


Antiguamente, la Serra Grossa era territorio de fauna salvaje: zorros, águilas y otras especies vivían entre sus lomas. El Colegio Jesuitas de Alicante, que fue propietaria de buena parte de su umbría que ellos plantaron con pinos, tiene un museo de ciencias naturales en sus instalaciones educativas con animales disecados de este lugar como los descritos. Esa fauna tuvo que desplazarse a zonas más tranquilas por el crecimiento urbano de la ciudad. Aun así, la sierra sigue siendo un refugio natural valioso, con flora mediterránea y rincones donde la tranquilidad aún es posible.


Uno de los lugares más destacados es la zona de la Pinada que en su día perteneció al Colegio de los Jesuitas y que cedió a la ciudad siempre que mantenga su uso (aunque aún conserva una parte que es propiedad del colegio citado). Es un ejemplo de cómo la voluntad de proteger lo natural puede hacerse realidad.


La Serra Grossa cuenta con varias rutas de senderismo y forma parte del programa de los senderos urbanos de la ciudad, algunas suaves y otras más exigentes. El inicio oficial de la ruta está en la calle Obispo Victorio Oliver junto a la parada del TRAM-Goteta.


Nosotros iniciamos la subida por el camino de los Jesuitas que arranca detrás de este colegio desde la calle Madre Teresa de Calcuta, llegamos a la cumbre, y bajamos después por la carretera de la Albufereta para volver al inicio donde habíamos dejado el coche. Una ruta más o menos circular de unos 7 kms que hice con mi hija, al final de una tarde de agosto cuando ya no hacía tanto calor.






Desde el sendero que asciende hasta la cima, el paisaje va transformándose, y con cada paso el horizonte se amplía. Cuando se llega arriba, tienes el premio al esfuerzo: vistas espectaculares de Alicante, su bahía, el puerto, el castillo de Santa Bárbara, el castillo de San Fernando, las montañas, y, en días claros, incluso la silueta de la isla de Tabarca.










Es un lugar ideal para quienes buscan desconectar sin salir de la ciudad, hacer deporte al aire libre, o simplemente disfrutar de una buena caminata al atardecer.


La Serra Grossa es una montaña urbana, aunque también es un pulmón verde, un mirador natural y un rincón para reconectar con la tierra. Subir hasta su cima es un esfuerzo que se ve recompensado con creces.  







Protegerla es también tarea de todos, para seguir disfrutando de este tesoro natural en plena ciudad. Recientemente los medios de comunicación se han hecho eco de un plan público-privado para regenerar y proteger a esta sierra en la que participarán la Conselleria de Medio Ambiente de la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Alicante. Que así sea.


Enlaces de interés relacionados con este texto: 

Sendero urbano: Serra Grossa

Bienvenida regeneración de la Serra Grossa 

Mi artículo "Una gota detrás de otra" sobre este barrio, la Serra Grossa y el molino que hubo en la contigua Sierra de Santa Ana.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Un día de verano en Tabarca

 



Volvimos a Tabarca, nos produce una atracción especial, además de ser una pequeña joya en el Mediterráneo y la única habitable de la Comunidad Valenciana, de la que podemos disfrutar a menudo.


Y así fue. Vivimos uno de esos días que se quedan grabados en la memoria. Fondeados frente a la isla de Tabarca, con amigos, con el azul del Mediterráneo y el sol de agosto, disfrutamos mucho. Tabarca, con su encanto inconfundible, nos volvió a regalar una jornada perfecta. Poco antes de acercarnos a su bahía, a la altura del cabo de Santa Pola, vimos el lomo de una ballena que navegaba cerca de nuestra embarcación, aunque lo suficientemente alejada para no ser un peligro. En cambio, fue una sorpresa agradable. Mi mujer la vio primero y nos llamó a todos la atención.




Frente a la isla, fondeados, las aguas de su reserva marina, como siempre, son cristalinas, tan claras que podíamos ver los pececillos nadando tranquilos a nuestro alrededor mientras nos bañábamos. Y el bosque de posidonias en el fondo marino. A veces, una estrella de mar se dejaba ver antes de desaparecer bajo una roca.


El simple gesto de tirarse al agua desde la popa de la embarcación y sentir esa sensación de libertad tan sana, es un pequeño lujo del verano. La isla, vigilante y serena, se alza a pocos metros, con sus murallas firmes recordándonos que estamos ante un rincón único del patrimonio mediterráneo.




Tabarca es un paraíso natural, pero también es un lugar cargado de historia. Su núcleo urbano, buena parte rodeado de recias murallas, conserva la esencia de un pasado de corsarios, piratas y escaramuzas navales, y eso la convierte en una joya monumental en medio del mar.


A bordo, el ambiente no pudo ser mejor. Las risas, la charla, el buen humor y una fideuà deliciosa — traída desde tierra firme en zodiac por el restaurante Gloria — completaron la experiencia. Comida sencilla, pero con sabor a verano, a encuentro, a Mediterráneo.




Tabarca, tan cercana y especial, sigue siendo ese destino que, verano tras verano, nos llama, nos atrapa y nos hace volver. Porque no hay nada como vivir el verano entre amigos, con el mar como escenario y la isla como testigo.




lunes, 4 de agosto de 2025

Senija, un pequeño tesoro artístico en el corazón del Vall del Pop

 


Un instagramen me llamó la atención con uno de sus vídeos editado por Turismo de la Comunitat Valenciana. Me apunté - para una futura visita - el pueblo que narraba en sus imágenes: Senija, en el valle del Pop por el que hacía tiempo que no recorríamos, aficionados como somos en casa en buscar en estos terruños un poco de sosiego del devenir cotidiano y cargar las pilas para empezar una nueva semana. Y así fue, a finales del año pasado, muy cerca del día de Navidad, fuimos a visitarlo en una mañana dominical. De aquellas sensaciones, ahí va mi relato y, si le gusta como espero, apúntelo en su agenda para visitarlo.


Si está buscando una escapada tranquila, auténtica y con mucho encanto en la provincia de Alicante, Senija le va a sorprender. Este pequeño pueblo está escondido entre viñedos, almendros, olivos, y montañas en el hermoso Vall del Pop, a muy pocos kilómetros de Benissa. Pero lo que realmente hace especial a Senija no es solo su entorno natural, sino el arte que se respira por sus calles. En breve se lo cuento.



Senija conserva el sabor de la vida tranquila. Su origen morisco se percibe aún en el trazado de sus calles. Entre sus monumentos destaca la iglesia parroquial de Santa Catalina Mártir (siglo XVIII), que preside con elegancia el centro del pueblo. No muy lejos, en la huerta, antiguos riurau, cuidadosamente restaurados, recuerdan el pasado agrícola de esta población.


Gracias al proyecto "Museu Obert de Senija" (MOS), muchas de sus fachadas lucen grandes murales pintados por artistas nacionales e internacionales. Pasear por Senija es como adentrarse en una galería de arte al aire libre. Cada mural cuenta una historia, refleja las raíces del pueblo o lanza un mensaje contemporáneo que te invita a mirar con otros ojos.


Ya sólo a la entrada nos encontramos con un gran mural. No está pintado en un solo lienzo, sino en varios por lo que ha de buscar el ángulo perfecto para que salga alineada la rueda delantera de la bicicleta, haciendo homenaje con este dibujo a los muchos ciclistas que atraviesan esta población en sus entrenamientos por este valle y por las sinuosas carreteras de las montañas cercanas. Hay más murales en otras fachadas de casas, le invito a que los descubra usted mismo. Cada año se hace un concurso y se elige uno de los murales presentados que se pintará después en una de las fachadas del pueblo.




Pero Senija no es solo arte. También es buena comida. Si va, pruebe su putxero amb pilotes (un cocido con pelotas de carne típico de la zona) o su arròs al forn (arroz al horno) o sus embutidos artesanos. Puedes comer bien y a gusto en locales como el restaurante Casa Manolo donde aún se cocina como en casa y se atiende como a un amigo. Ese día disfrutamos de su menú “els sabors de Senija” (los sabores de Senija).





Y después de comer, un buen plan puede ser perderse por sus callejuelas, respirar la tranquilidad, disfrutar de las vistas al valle y sentir la paz de un pueblo que ha sabido conservar su alma.


Senija es pequeño, sí. Pero grande en historia, sabor, arte y hospitalidad. Una joya rural por descubrir


Esta es la web de su Ayuntamiento

domingo, 3 de agosto de 2025

Yepes, un tesoro monumental por descubrir en la provincia de Toledo

 


Entre los campos dorados de La Mancha toledana, en plena comarca de la Mesa de Ocaña, se alza un pueblo que guarda siglos de historia entre sus calles empedradas, iglesias majestuosas y casonas señoriales: Yepes. Puede que no sea uno de los nombres más conocidos del turismo de interior, pero precisamente ahí reside su encanto: descubrir Yepes es adentrarse en un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, y donde la monumentalidad habla por sí sola. Mi mujer y yo fuimos invitados por unos amigos y la verdad que fue un verdadero descubrimiento.


Yepes no es un pueblo cualquiera. Su historia se remonta a tiempos prerromanos, pero es en la Edad Media cuando se convierte en una localidad estratégica, al pasar a manos del Arzobispado de Toledo. Ese vínculo con la Iglesia se nota en cada rincón, especialmente en la arquitectura religiosa que marca su silueta. Y en el Renacimiento, la villa vivió su máximo esplendor, dejando un legado artístico y urbano que todavía impresiona a quienes la visitan.


Si hay un edificio que define a Yepes, ese es la Colegiata de San Benito Abad. Majestuosa, elegante y cargada de historia, es considerada una de las joyas renacentistas de Castilla-La Mancha. Diseñada por Alonso de Covarrubias, uno de los grandes arquitectos del siglo XVI, su fachada y su interior son un viaje a lo mejor del arte toledano. Entrar en ella impone, emociona y despierta la curiosidad por lo que fue Yepes en su época dorada. Sus naves, de altas columnas, llaman la atención.





Su retablo mayor detrás del altar en la nave principal es el broche de oro a todo el templo. Es de estructura clásica. En él hay seis lienzos de gran tamaño sobre la vida de Cristo: la adoración de los pastores, la adoración de los Reyes, la flagelación, el camino del calvario, la Resurrección y la Ascensión; y otros de pequeño tamaño con imágenes de santos; obras del mejor discípulo de El Greco, Luís Tristán, fechados en 1616.





El casco histórico conserva parte de las murallas y puertas medievales de acceso a la población, y pasear por sus calles es descubrir una villa llena de secretos: plazas porticadas, escudos nobiliarios, hospitales antiguos como el de San Nicolás o conventos como el de San José. Tuvo cuatro conventos y un monasterio, nada menos. Cada rincón tiene una historia, cada piedra una leyenda.






Conviene destacar su plaza porticada de forma rectangular donde se desarrollan desde antaño celebraciones y espectáculos. Hay tres inmuebles que la definen, además de sus pasos porticados con dinteles y arcos de medio punto, según el edificio que soportan. Ya verá. La preside el actual centro de poder, el Ayuntamiento, frente a la Colegiata. En uno de sus lados hay un edificio largo que fue el Palacio del arzobispo toledano Alfonso Carrillo de Acuña. En él este arzobispo falsificó la bula papal que permitió el matrimonio entre los Reyes Católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Posteriormente los Reyes Católicos consiguieron la bula papal oficial, eran tiempos convulsos y no podían esperar a la buena. En el siglo XVIII se reformó para hacer 19 viviendas añadiendo balcones y áticos abuhardillados.








Después de caminar por el pueblo, nos sentamos en la terraza de un bar junto a algunos de los arcos de este palacio, para tomarnos un aperitivo antes de la ir a comer a un restaurante singular, en seguida se lo cuento.


Destaca también en Yepes el rollo donde en siglo XV exponían y ajusticiaban a los delincuentes. No se encuentra hoy en la ubicación original, sino extramuros frente a la puerta porticada de Ocaña, puesto en valor junto a un jardín. Es de estilo gótico y está adornado con perlas isabelinas.




Yepes es también tradición, cultura viva y sabor. Sus celebraciones religiosas, como la Semana Santa, son muy reconocidas en la provincia. Y su gastronomía, con los productos manchegos como protagonistas, hace las delicias de los visitantes. Además, su entorno forma parte del imaginario cervantino, y algunos estudiosos lo relacionan incluso con el paisaje de Don Quijote.


No me olvido, le cuento ahora nuestro destino gastronómico que elegimos en esta localidad. Se ubica en lo que fue la casa nobiliaria de D, Pedro Flores de la Oliva, que pertenecía al Santo Oficio. Se construyó en el siglo XVI. Está en la calle Calvo Sotelo. Toda la casa se organiza alrededor de un patio central. Lo que eran habitaciones hoy son salones comedor cada uno con su personalidad.  El restaurante se llama La Casa Grande, “donde la tradición y la cocina se encuentran” y donde disfrutamos de sus viandas.




Visitar Yepes es una experiencia que combina belleza monumental, historia profunda y autenticidad. Es uno de esos pueblos que no salen en todas las guías, pero que, una vez lo conoces, se queda en la memoria.


Si te gusta el turismo rural con alma, si disfrutas de los pueblos que cuentan su historia sin alzar la voz, Yepes te espera. Ponte calzado cómodo, prepara tu cámara y déjate llevar por el encanto de este rincón toledano.


Este es el enlace de la web de su Ayuntamiento

Arion, el canto eterno del mar

Hay nombres que contienen leyendas. Palabras antiguas que, al pronunciarlas, traen consigo ecos de historias que cruzan siglos y continentes...

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